Dreamers: Dibuja Tus Sueños En Mi Piel

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Copyright 2020 Ana IdamTodos los derechos reservados.ISBN: 9798680306901

ÍndicePrólogoSueños y desafíosUnalomeAcosoDiente de leónMojada y húmedaTribales en los piesCupcakesMariquitaLocuraY sin embargo te quieroPiercingDaliaMentirasEl mecanismo de un relojMucha tilaMotoJosé CuervoCobardeTiempo verbalCalaveraVolverDos verbosCupcakesAmigosPositivoLa LloronaUn viaje en motoDibuja tus sueños en mi pielHoyEpílogoAgradecimientosAcerca de la autora

Para mí

PrólogoLo primero que detecté de ella fue su olor y este se convirtió en una especie de interruptor. Sí,puedo parecer un loco, pero había veces que, sin estar en el mismo lugar que ella, notaba que sereactivaba dentro de mí, como si lo tuviera demasiado incorporado, y me ponía en un estado digamos que comprometido.Llevaba meses buscando a alguien que me llevara la recepción del estudio de tatuajes, queríaque tuviera un poco de experiencia en el sector o por lo menos interés en él. Desde que Sonia sefue, habían pasado dos tíos que estaban aprendiendo a tatuar, y tras estar un periodo de más omenos un año cada uno, se largaron.Una tarde de diciembre, mientras estaba de espaldas a la puerta, esta se abrió. Un olor agalletas dulces y a primavera, fresco y volátil, entró en el estudio y lo llenó todo.Sin ni siquiera volverme supe que, si aquella chica cumplía su parte y se quedaba conmigo, midía a día iba a ser una puta prueba continua.A pesar de mis reticencias por la súbita atracción que sentí hacia ella, no pude ignorar suavidez por trabajar, su atención en cada indicación que le daba, que pedía. Y por último, y muyimportante, su portafolio, sus diseños, su forma de dibujar Esa chica, tan pequeña a mi lado,desprendía arrojo y ganas, unas que vienen de la necesidad de crearte a ti mismo, y sin duda teníapotencial. Ignorarlo habría sido tan absurdo como contratarla, solo, por lo que noté al conocerla,pero esperaba que fuera eventual, mi locura por ella, quiero decir.Ese día, La Bestia del Tatu dejó de oler a tinta, para impregnarse de Luz.

Sueños y desafíosNo puedo dejar de rememorar las sensaciones con él. Ojo, que sé que los sueños no tienen olor,pero aspiro y puedo sentir que lo huelo. Como en el sueño. Claro que, cada momento que puedo, ylo tengo cerca, es lo único que hago, oler como un perro de caza; un día de estos me pongo demuestra como cuando estos detectan su presa.Le doy un sorbo a mi café Mocca blanco y cierro los ojos, tengo una sonrisa de idiota delquince, pero me da igual. Si me esfuerzo solo un poquito noto sus manos llenas de dibujosacariciando mis piernas , y me estremezco, o más bien las aprieto. En mi mente su respiraciónsuperficial y acelerada sigue en mi oído; estoy segura de que la he rescatado de aquella vez queme lo encontré corriendo por el Retiro. Se paró al verme, jadeaba , ¡oh sí! , JADEABA, y mesaludó. Yo iba con Cata, una de mis dos compañeras de piso, y ella tampoco pudo cerrar la boca.Ver acercarse al trote a un tío musculado lleno de tinta por, absolutamente, todo el cuerpo, exceptosu cara, con una barba tupida, castaña clara, pelo recogido en un moñete, y unos ojos grises decaerse al suelo, es para que se te quede encasquillada la mandíbula. Creo que he vuelto a mojarlas bragas.Por favor , últimamente no puedo parar, esto debe de ser algo hormonal.El caso es que mi Vikingo impactó a Cata tanto que cuando se lo contó a Greta, nuestra otracompañera de piso, le dijo: «si ese tío se acuesta con Luz, la destroza. Es demasiado grande paraella y para todo el mundo en general». Llegué a pensar que le había horrorizado, aunque ladescripción posterior me confirmó que «el dios nórdico con más tinta que un libro de crucigramas,en un centro de día», le había gustado bastante. «Quizá empiece a entender tu alegría de lasmañanas de los lunes», me dijo.—No es posible que te hayas quedado dormida. —Greta me hace abrir los ojos de golpe ydespertar del recuerdo, de la ensoñación, más bien.Tiene un café en vaso de cartón en la mano.—¿Para llevar? —Tuerzo el morro.—No voy a poder terminarlo, solo cuento con cinco minutos, tengo reunión y me he liado. —Se disculpa con la mirada, lleva un vestido con estampado de mapamundi que le queda ideal, y esla misma ropa con la que se fue ayer a ver a Bruno.Subo las cejas varias veces, no hace falta ser una erudita para entender por qué va tan justa detiempo.—Si me lo hubieras dicho te habría acompañado o habríamos quedado otro día.Se sienta y bebe. Estoy segura de que abrasa, pero debe de tener la lengua de amianto, o algoasí, porque lo de las comidas calientes y esta chica es para estudiar.—¿Me vas a contar en qué estabas pensando? —pregunta, quiere cambiar de tema.—Me flipa mi curro —digo tratando de sonar convincente y no desviarme mucho de lo que deverdad estaba rememorando. Tampoco se me ocurre nada más, no es que sea muy buena mintiendo.—Te flipa tu jefe. —Greta me replica como si fuera una verdad universal, que lo es.—No es mentira. —Me río y le doy otro sorbo a mi café—. Pero lo de mi trabajo también.Mira. —Le muestro el móvil donde paso los tatuajes que he colgado, mientras esperaba el café, en@labestiadeltatu—. Este es mío, y ya tiene un montón de likes.

Fui yo la que le dije a Félix que debíamos abrirnos una cuenta en Instagram; él me confesó quesus colegas llevaban tiempo diciéndoselo, pero que le daba mucha pereza estar pendiente de ella.No me hizo falta más.Dream, de Imagine Dragons, suena a través del hilo musical. La sonrisa me sale sola, yo quieroque me dejen soñar. Es más, lo que esta mañana quería era haberme quedado a vivir en mi sueño.Con Félix haciéndome el amor encima de un coche, ¿o era en su estudio sobre la camilla? No losé, era un sueño y el lugar da bastante igual, porque las sensaciones y el casi orgasmo que healcanzado rozándome con él ha sido brutal. Siempre me pregunto si tendrá la polla tatuada, es algofactible, porque todo él es tinta. Ufff, me entra tanto calor que creo que jadeo.—¿Acabas de gemir? —Greta levanta la vista del móvil horrorizada y me confirma missospechas, efectivamente lo he hecho en voz alta—. ¿En mitad de Starbucks? ¿A ti qué te pasa? —Eleva una ceja, esa que parece que tuviera vida propia.—Nada nada reseñable. —Le quito el móvil y paso las fotos, sin mirar, de arriba abajo.—Llegan tus babas hasta aquí. ¿Algún día le dirás a Félix lo mucho que te pone para terminarcon esa pasión platónica? —suelta, como el que habla del tiempo, y se ríe—. Voy a tener que ir aconocerlo —murmura.Mis ojos se abren a su máxima capacidad, me pongo cual tomate maduro y la miro; se carcajeamientras asiente de manera compulsiva. Me uno a su risa, y no sé si es de los nervios o porque séque me ha pillado pensando en él de forma bastante cerda. Y lo de los nervios puede ser porque bueno, me he sorprendido, pero confieso que no es la primera vez que valoro lo que me hasugerido. Siempre he descartado la idea, me parecía una locura. ¿Y ahora me lo sugiere Greta?—Tengo que irme, Pétalo. —Cuando se refiere a mí por el mote que tenemos en el grupo deguasap, y que nos pusimos casi cuando nos conocimos, entiendo su arrepentimiento porabandonarme tan rápido—. Siento el semiplantón que te estoy dando, pero te prometo que tecompensaré. —Se levanta con el café en la mano.—No se puede trabajar tanto. No es sano —recito a modo de advertencia.—Y estar tan colada por tu jefe, que se te vaya hasta la olla en púbico, tampoco, también te lodigo —me replica con el mismo tono.Odia que le recuerde lo absorbida que la tiene el curro.—Estamos igualadas —decreto al instante.Se agacha, me da un beso en la mejilla.—Te veo esta noche.—Y te enseño el tatu nuevo.—¿Sí? —Frunce el ceño mientras se va, creo que no se lo había dicho.Asiento y le guiño un ojo, eleva las manos antes de abrir la puerta. Me quedo embobadaobservando el camino que ha hecho como si hubiera dejado una estela brillante a su paso, y piensoen lo que me ha sugerido.Me imagino que se lo confieso, a mi jefe, digo, y que desatamos una pasión loca en el estudioque hacemos temblar las paredes.El móvil vibra y me doy cuenta de que ha entrado un mensaje en el grupo llamado Hermanas.Uno que solo se activa para cosas como avisar que llegamos tarde a casa de nuestros padres, opara felicitarnos de forma tardía en los cumpleaños, sobre todo de los cuñados. No es que seamosun ejemplo de hermanas, y muchas veces me planteo para qué tenemos el grupo si siempre está elúltimo de la lista.A veces me dan ganas de salirme, siempre que lo veo ahí, a la cola, con un mensaje de hace

más de un mes. Y es algo que pasa siempre, o casi, porque resulta que hoy, sin venir a cuento, elgrupo lleva activo desde hace un rato, pero no me había percatado.«¡Ay, copón! ¿en serio?». Flipo cuando veo de qué van los mensajes. En la comida deldomingo, por tocar un poco la moral de mis hermanas, solté que me iba a hacer otro tatu, supongoque por hablar de algo en el momento en el que estábamos esperando a mis padres, que tardaronporque venían de jugar al golf con unos amigos, y como llegaron a los pocos minutos de que lodijera, no se habló del tema más que cinco minutos.No obstante, con lo poco que piensan en mí mis hermanas, me hace hasta ilusión que el grupose active para hablar de mí. Aunque vengan a dictar sus reglas, algo es algo.MaríaLuz, piénsate lo del tatuaje. 8:15Mi hermana María, como buena doctora que es, me echó la charla del «es para siempre», comosi no tuviera otros, como si no trabajara haciéndolos, como si fuera imbécil por no tener unacarrera como ella.Ana:Vas a parecer una macarra con tanto dibujo en la piel, como si no fuera suficiente tu forma devestir. 8:16No podía faltar su opinión de hermana mayor, se parece tanto a mi madre con sus juicios quehasta escucho el tono de su voz en el mensaje. Ignoro al miniyo materno.PaulaNo veo dónde está el problema, es su cuerpo y es su vida. 8:35«¡Toma ya, Pauli! ¿Soy yo o estás más empática y abierta de mente últimamente?».Y es que parece que, en los últimos encuentros, quiere estar de mi parte a cada historia que sediscute sobre mí. No sé si cuando van a casa y mis padres se echan las manos a la cabeza por elgarbanzo negro que es su hija pequeña, saca la cara también. Lo dudo, pero bueno.Decido no contestar en el grupo, pero sí que lo hago por privado a Pau para darle las gracias,me manda un beso y listo.Sin querer mi mente vuelve a mi jefe, a lo que Greta me ha dicho.«¿Y si se lo digo?».No será por ganas, porque creo que él también me mira bien. Quiero decir, no es intuición, esque lo he pillado muchas veces con su vista fija en mí, y su cara no es precisamente de angelito.Que va, se le pone una cara que me la he guardado para mis fantasías más sucias con él y para misencuentros más potentes bajo las sábanas acompañada de mi amiguito del cajón. Sí, es esa mismacon la que me ha mirado en el sueño. Mi subconsciente es muy sabio y la ha rescatado en el mejormomento.El caso es que lo he pensado muchas veces y en todas terminamos haciendo algo salvaje sobrela camilla de su sala. Me gusta pensar que puedo acostarme con él y quemar las ganas que letengo, así como cuando me acuesto con algún tío que me atrae o con dos, y luego seguir adelantecomo si nada. Aunque quizá con Félix fuera más complicado ignorarlo, o no. De todas formas,

si me ciño a la realidad y se lo propongo, como pienso ahora mismo tras la broma o reto de Greta,es probable que él no me diga nada, y esa posibilidad me deshincha un poco. Félix me trata, deforma directa, con mucho respeto y en ese término debemos entender que también entra la palabradistancia. ¿Como a una hermana? No, no es así, es más bien como a alguien intocable.Félix es bipolar conmigo. Que, ojo, no es malo, no me hace sentir incómoda ni nada, solo que,a veces, me cuesta bastante leer entre su distancia y sus miradas.Me termino el café, que se me ha quedado helado de tanto imaginar, y dejo la taza en la mesa.Cojo mi cazadora y me enrollo el pañuelo de colores al cuello, no me molesto en sacar mi pelorizado, largo y rojo, de las vueltas; va mejor así, para que el aire no me lo alborote. Me pongo lamochila al hombro y salgo del Starbucks.Llego al estudio y lo activo todo, la calefacción también, porque, a pesar de ser septiembre, hoyno está haciendo tanto calor como acostumbramos. La entrada no es muy grande y va a tardar pocoen calentarse; enciendo luces y el ordenador. Miro las fotos de los últimos dibujos en una esquinabajo el mostrador, y me digo que de hoy no pasan, debo subirlas a Instagram y archivarlas en losálbumes ya, porque además esta mañana no tengo ningún tatu que hacer después de que me haga elmío.Entro en la sala de Félix y observo que no está todo en orden, ayer debió de irse tarde ycansado, porque no suele ser tan descuidado. No tiene a nadie hasta media mañana y por eso meva a tatuar la primera, puede que esa haya sido la razón de mi tórrido sueño con él. Me chifla quevaya a tocarme la espalda y a marcarme, solo de pensarlo se me erizan los pezones. Suelto unacarcajada, estoy un poco burra.Recojo sus papeles y en la mesa donde dibuja encuentro el unalome que voy a tener en miespalda en breve. Con uno de sus lápices me hago un moño enrollándolo en mi pelo rizado. Soyuna loca, pero me pone bastante hacer esto; son sus lápices, esos que se mete en la boca y queademás de con los dientes acaricia con los labios. Hoy estoy desatada. Veo que hay varios diseñosde mi dibujo, aunque ya habíamos quedado en uno en concreto. Los dejo todos apilados y preparola sala para el siguiente cliente, o sea yo.Salgo a la entrada dispuesta a meterme tras el mostrador y hacer fotos de los tatuajes antiguos,por fin.No sé cuánto tiempo me paso entre archivadores, pero me levanto y justo se abre la puerta.Félix llena el lugar, desprende testosterona pura que a mí me llega a bocanadas, y sí, ese sonidohan sido mis bragas desplomándose.

UnalomeEntré en el estudio; ella ya estaba allí. Inspiré y me embebí de su esencia. No era la primera vezque me empalmaba solo con hacerlo, porque mi

fue, habían pasado dos tíos que estaban aprendiendo a tatuar, y tras estar un periodo de más o menos un año cada uno, se largaron. .