Álex Desaparece Después De Entrar - Secst.cl

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Álex desaparece después de entrarpor error en un extraño videojuego.Este hecho coincide con elasesinato de tres personas enatroces circunstancias. Junto a uninspector de policía los amigos deÁlex inician su búsqueda. Con ellopenetramos en las zonas mássiniestras ocultas bajo nuestrospies.DAVID LOZANO GARBALA nosatrapa con esta novela llena desobresaltos, en una trama demisterio y terror. Un juego en red seconvierte en pesadilla y la amistad

será la únicasalvación.posibilidadde

David Lozano GarbalaDonde surgenlas sombrasePub r1.0MaskDeMasque 22.07.15

Título original: Donde surgen lassombrasDavid Lozano Garbala, 2006Retoque de cubierta: MaskDeMasqueEditor digital: MaskDeMasqueePub base r1.2

A mis padres, por darme lo que soy,y a quien me introdujo en la comidachina,por ser un apoyo constante.A todos los que, un día, desaparecen desus vidas.Con el íntimo deseo de que, tarde otemprano,logren encontrar el camino de vuelta acasa.Quieromanifestarmiespecial

agradecimiento a Alberto por susexpertas valoraciones, a mis amigos ycríticos tradicionales José Ángel eIñigo, a mi hermano Carlos por suscomentarios sobre la primera parte, aJavier por el estimulante informe, a losfuncionarios de infraestructuras delAyuntamiento de Zaragoza por suasesoría, a mi hacker particular,Carlos, a Pepe y Asun por las fotos, amis primeros lectores Gonso y Carlos,a Alfonso por la cita y a todos los quehan creído en mi vocación comoescritor durante estos años.

Ciertos lugares hablan con supropia voz. Ciertos jardinessombríos piden a gritos unasesinato; ciertas mansionesruinosas piden fantasmas;ciertas costas, naufragios.ROBERT L. STEVENSON

DIECISÉIS DÍASANTES Camelot es su juego de rol favoritosobre batallas medievales. Su personajese llama Ralph. Esbelto, de cabellosmuy claros que le caen sobre loshombros y armado con un arco, comocorresponde a su raza élfica, recorre lapantalla del ordenador avanzando por unbarranco encharcado de sangre. Allí seacaba de librar una batalla feroz. Ralphcaminaentregruesostroncos,esquivando multitud de cadáveres demonstruos y de armas desperdigadas que

no puede atrapar.Como teme encontrarse con unaemboscada, Álex opta por cambiar ladirección de los pasos de su rubicundacriatura, pero no llega a teclear elcomando oportuno; en el recuadro delchat del juego, en la parte inferiorizquierda de la pantalla, le acaba dellegar un mensaje:Vamos a entrar en elcastillo,¿teapuntas?Álex bosteza; aunque la propuesta leatrae, es tarde y se encuentra muycansado, por lo que decide contestar a

los miembros de su guild, sus aliados enel combate, que pasa del plan y se retirapor esa noche. Guía al ratón para cerrarlas ventanas correspondientes aunque,antes de apagar el ordenador, le apetecevisitar unos minutos otro conocido chatsobre el juego. Será entonces elmomento de saludar a algunos amigosque no ha detectado en la partida.Ya en la página que buscaba, elordenador le exige un nick. Álex todavíano tiene registrado ninguno en particular,así que utiliza uno que le llamó laatención en el mismo chat días antes,Necronomicón, título de un tenebrosolibro sobre los muertos, inventado por elescritor americano Lovecraft. Álex lo

conoce porque es un apasionado de lashistorias de miedo. Teclea aquel nombrey espera a ver si el ordenador se loadmite, lo que hace a los pocossegundos; tampoco está protegido.Enseguida aparece en la pantalla elrecuadro central de diálogos, en el quenacen palabras a borbotones, y a suderecha la casilla con la lista de todoslos presentes en ese momento. Empiezaa buscar el nick de su amiga Lucía,LadyLucy, auténtica experta informáticay adicta al Camelot, cuando en medio dela pantalla surge de improviso el textoenmarcado de un mensaje privado. Quéraro; quien se lo envía se hace llamarTíndalos, y él no sabe de nadie que

utilice semejante nick. Además, no llevamucho tiempo jugando y le conocenpocos. Tíndalos. El caso es que esenombre le resulta familiar. Lee el texto:Dirección:cnWLC4 D8A UO qq—Nohabrásexperimentadojamásnada tan fuerte. Hasacertadocontucompra.Que

disfrutes.LOVECRAFTÁlex, perplejo, se da cuenta de quele han enviado aquel mensaje por error,y está a punto de cerrarlo y olvidarsedel tema. Al final le seduce lacuriosidad: «No habrás experimentadojamás nada tan fuerte». Suena bien.¿A qué misteriosa página webconduciríaaquellaintraducibledirección? Además, ese privado lofirman como Lovecraft, uno de susautores de terror preferidos, buena partede cuyos relatos ha leído de unarecopilación que conserva en suhabitación titulada Los mitos de

Cthulhu, una intuición le alcanzaentonces y, levantándose, se aproximacon su cojera hasta la estantería parabuscar aquel libro. En cuanto lo localizay tiene su índice a la vista, repasa lalista de los cuentos allí contenidos, y alos pocos segundos sus ojos se clavanen uno concreto: Los perros deTíndalos. Ajá. Ahora sabe por qué le hasonado ese nick. No le cuesta nadaacordarse de aquella narración; trata deunos animales espantosos que viven enotra dimensión, y que representan elMal. Mola.Todo se ofrece muy interesante. Álexse mantiene dudando, fascinado anteaquel texto algo siniestro superpuesto en

la pantalla. Le acaban de facilitar laclave para entrar en algún sitio que debede ser cañero de verdad, ¿la va adesperdiciar? A sus diecinueve años,estas circunstancias son demasiadotentadoras. Al fin, toma la determinaciónde que solo accederá una vez y saldrápronto, nada más. No cree que le puedandecir algo por ello. Además, tiene queaprovechar que está solo en casa. Ahorao nunca.En el recuadro del misteriosoprivado brotan nuevas palabras:¿Hasrecibidoinformación?Lovecraftla

¿Otra vez se han confundido dedestinatario? Aquello es muy raro,supone que le están tomando por otrapersona. ¿Y por qué firman el mensajecomo Lovecraft, si utilizan el nick deTíndalos en el chat? Álex ignora lapregunta que le siguen haciendo y, sinperder más tiempo, apunta en un papellos datos que ha recibido del primermensaje, manejando con agilidad elratón para salir de la pantalla y deljuego. Después, todavía en el InternetExplorer, teclea la extraña direcciónpara terminar aplastando el enter.Mientras el ordenador procesa laorden, Álex intenta adivinar cómo se haproducido el malentendido por el cual

ese Tíndalos le ha pasado las claves. Eldesconocido, en su mensaje inicial, nole ha saludado ni se ha entretenido conpresentaciones, lo que le induce apensar al chico que se acaba deinmiscuir en una conversación privadaya iniciada entre Tíndalos y el auténticoNecronomicón. ¿Pero cómo es esoposible, si él se ha metido al chat conese mismo nick y no se admiten dosiguales? La única posibilidad queexplica lo ocurrido supone una tremendacoincidencia: que justo al entrar él en elchat, el verdadero Necronomicón, aquela quien ha usurpado el nombre, se hayacaído de la red, instantes antes de queTíndalos le enviara unos datos por los

que, en apariencia, ha pagado pasta. Yeste último sigue sin percatarse de lafortuita suplantación. De momento.En cualquier caso, Álex no estádispuesto a quedarse sin averiguar quése oculta en esa dirección que se vende.El ordenador, tras varios minutos detrabajo a pesar de que en casa disponende banda ancha, muestra ya lapresentación: una foto de excelentecalidad donde se ve la puerta de unviejo panteón rodeado de oscuridad,todo muy tétrico. No se lee ningún títuloni nombre. Esto promete.«Aquí dentro tiene que haber algomuy gordo para que al procesador lecueste tanto abrirlo», aventura Álex,

mientras guía la flecha del ratón hastasituarla sobre la imagen de un pomo depiedra donde se distingue la palabraenter. En cuanto pulsa encima, se lepide el nombre de usuario y contraseña,información que Álex copia del papeldonde la tiene apuntada, presionando denuevo el intro del teclado. Aguanta larespiración, deseando que el contenidoque va a descubrir merezca tantasexpectativas.Una hora más tarde, con el cuerpoencogido frente al monitor y unaatmósfera en la casa que parececongelada, su rostro se ha convertido enuna máscara temblorosa de ojosenrojecidos que le escuecen por el

tiempo que lleva sin pestañear. Estáalucinado y arrepentido de habersecolado en aquella página web. Suestómago se revuelve, advirtiéndole conarcadas que a duras penas lograreprimir. Jamás habría imaginado lasatroces imágenes que se suceden ante suvista, encerradas en la pantalla delordenador y acompañadas por sonidosinhumanos que casi retuercen lospequeños altavoces del equipo. Sumente, como mecanismo de protección,se empeña en no asumirlas, enargumentar que todo es un montaje.Pero, en lo más íntimo, sabe que esasimágenes no pueden estar trucadas. Yvomita.

Termina de limpiarse en el bañocuando un violento apagón sume toda lacasa, incluido el jardín, en la oscuridad.Álex, a pesar de la ávida inquietud quelo va carcomiendo, pues empieza a serconsciente de lo que ha visto, siente unprofundo alivio al comprender que,gracias a aquel fallo eléctrico, suordenador habrá enmudecido. «Ojaláque para siempre», implora.Lo siguiente es el ruido de la puertade la casa, inconfundible para él, quelleva quince años viviendo allí. Se haabierto.—¿Papá? —pregunta con vozsofocada, tan débil que apenas arrastraaire de sus pulmones—. ¿Sois vosotros?

Nadie contesta; sin embargo, junto alos brutales latidos de su corazón,alcanza a captar presencias extrañas quese aproximan.

1DOS DÍAS ANTESA pesar de que aquel sótano soloinvitaba a la serenidad, Gabriel recibióde golpe el impacto del miedo, como siuna especie de percepción le advirtiesede que la paz que le rodeaba era falsa,que debía largarse de allí cuanto antes.Sin embargo, el lugar en el que seencontraba pareció entonces imaginar loque pensaba y, antes de que él pudiesereaccionar, comenzó a cambiar.El joven, paralizado por el sustoante la repentina transformación que

sufría su entorno, se percató de que a susespaldas la pared iba desvaneciéndoseemitiendo un rugido cavernoso, y en sulugar tan solo quedaba un gran agujero,una boca negra cuyas fauces abiertasdespedían un alientopestilente.Mientras, la luz de la estanciadesaparecíaporcompleto,contribuyendo así al ambiente lúgubre,aislado por unas tinieblas pegajosassobre las que se dejó oír una voz quetransmitíaapetitodesangre:«Veeeennnn », le susurraba con tonocarroñero, «veeennn hacia mííí ».Él quería correr, escapar, peroresultaba imposible zafarse de laextraña atracción del cráter del que

procedía la llamada. Era como sihubiese perdido la capacidad paramoverse, para mandar sobre su cuerpo.No lograba avanzar un solo paso,únicamente podía girar la cabeza enmedio del pánico que le dominaba,siendo testigo de que, tras él, esamancha de oscuridad iba aumentando,expandiéndose.Como hipnotizado, el joven sedescubrió a sí mismo o su nombre con ansia. Laoscuridad del centro del agujerocomenzóenaquelinstanteacondensarse, adoptando una misteriosaforma alargada que, al hacerse más

nítida, dejó adivinar una garra deretorcidos dedos, que se extendían ycerraban buscando el cuerpo de suvíctima. El chico gritaba, intentandorebelarse contra su avance hambriento,pero los chillidos se apagaban pronto enaquella bruma sobrenatural.Fue entonces cuando Gabrieldespertó, envuelto en un amasijo desábanas y cubierto de sudor. Todavíatardó unos minutos en comprender,aliviado, que todo había sido unapesadilla que ya conocía de otras veces.Luego, soltó un prolongado suspiro.Él no lograba olvidar aquelestremecedor sueño ni la fecha en la quelo tuvo por primera vez: el pasado ocho

de octubre. Y es que durante aquellanoche, mientras él se debatíainconsciente en la cama, Álex, uno desus mejores amigos, desaparecía sindejar rastro abandonando la casa de suspadres. Como despedida solo dejó unabreve carta, en la que advertía de que nose molestasen en buscarlo, que estabaharto y que con su marcha pretendíaromper con todo y empezar una nuevavida. Nada más. Ni un teléfono, ni unadirección, ni un nombre de persona odestino. Extraño plan que, algosorprendente, Álex no había compartidocon nadie, ni siquiera con su novia.Catorcelargosdíashabíantranscurrido desde la inesperada marcha

de Álex aquel ocho de octubre; y en esetiempo, de aquel traumático modo,Gabriel descubría lo mucho que leimportaba su amigo. Se había ido sinavisar, sin decir adiós. Dos semanas. Derepente ya no estaba, el grupo decolegas perdía un miembro como si selo amputasen, dejando en su lugar un feomuñón donde se distinguían muchosinterrogantes. Catorce días. El plazosuficiente para descartar una bromapesada, una tardía rabieta adolescente o,al menos, un rápido arrepentimiento.Álex, frente a todas las conjeturas, nohabía regresado durante ese tiempo nihabía dado más señales de vida que lacarta que dejó sobre su cama la noche

de su marcha. Gabriel, además depreocupado, estaba muy dolido.Nadie parecía saber por qué ni hastacuándoÁlexhabíadecididodesaparecer; a lo mejor lo había hechopara siempre, renunciando a su familiacon tan solo dieciocho años y, lo quemás escocía, dejando a sus amigos conun agrio sabor a traición. ¿Por qué noles dijo nada, si tan mal lo estabapasando como para tener que huir? ¿Esque no confiaba en ellos, que tantasexperiencias habían compartido?Harto de permanecer comiéndose lacabeza en casa, Gabriel se habíaacercado a la zona de la Junquera, apesar de las gélidas ráfagas de cierzo.

Así llegó, paseando, a la antigua casa deÁlex, un chalé pequeño casi invisiblepor la vegetación que tapizaba lasverjas. Lo cierto es que no le motivabala idea de encontrarse ante sus padres,que estaban destrozados, pero laposibilidad de permanecer una últimavez en la habitación de su amigo ausentele resultó importante para su estado deánimo, por lo que acabó entrando enaquel domicilio. Podía no haber,aventuró con pesimismo, más ocasionesde volver a visitarlo. Se preguntó porenésima vez: «¿Se puede pasar así delos c

ePub base r1.2. A mis padres, por darme lo que soy, y a quien me introdujo en la comida china, por ser un apoyo constante. A todos los que, un día, desaparecen de sus vidas. Con el íntimo deseo de que, tarde o temprano, logren encontrar el camino de vuelta a casa. Quiero manifestar mi especial. agradecimiento a Alberto por sus expertas valoraciones, a mis amigos y críticos tradicionales .