SERMONES DE Adviento Y Navidad 2021

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SERMONESQUE ILUMINANSERMONES DEAdviento yNavidad 2021Una ofrenda de losSermones que Iluminan

“¿Cómo te encontraré adecuadamente,y te daré la debida bienvenida?Las naciones anhelan saludarte,y yo también te saludaría.Oh Fuente de luz, brilla intensamentesobre mi corazón oscurecido;para que pueda servirte correctamente,y conocerte como eres”.Adviento 2021Querido lector:Gracias por descargar “Sermones de Adviento y Navidad”, unacolección de materiales preparados por algunos de los mejorespredicadores de toda la Iglesia Episcopal.Sermones que iluminan, un ministerio de la Oficina de Comunicaciónde la Iglesia Episcopal, ha proporcionado sermones, estudios bíblicose insertos para boletines gratuitos y de alta calidad desde 1995.Cada semana, es un placer para nosotros obtener, revisar y publicarestos escritos; esperamos que sean edificantes al escuchar, leer,marcar, aprender y digerir internamente éstas y sus correspondientesescrituras.La melodía, que quizás ya conozca o que ya haya discernido por elpatrón de la letra, se volverá a cantar en unos meses, comenzando conla frase, “Oh sagrada cabeza, dolorida herida”. ¿Qué pensamos de esto?Brevemente, sugeriría dos cosas. Primero, el recordatorio de que elSeñor a quien encontramos en Belén, acos-tado entre los animales en elfrescor de la noche, es el mismo Señor que crecerá, enseñará y sanaráy, eventual-mente, se entregará a la humillación y a la muerte por amornuestro, - que este simple hilo dorado de amor ca-racteriza toda la vidade Aquel a quien saludamos nuevamente esta temporada. Y en segundolugar, debemos dedicarnos a nuestro trabajo: preparándonos a nosotrosmismos y a este mundo hermoso y quebrantado para encontrarnoscon él. Además, hemos esperar que nos encontraremos con él,acercándonos cada vez más hasta que lo veamos como realmente es.¡Qué misión! ¡Qué alegría!En nombre de Sermones que iluminan y de la Oficina de Comunicación dela Iglesia Episcopal, les deseo un bendi-to Adviento y una feliz Navidad.Su hermano en Cristo,En el “Oratorio de Navidad” de Johann Sebastián Bach, encontraráuna melodía inquietante que parece algo fuera de lugar en la piezamajestuosa y fascinante. El texto del siglo XVII, originalmente escrito enalemán por Paul Gerhardt, se dirige directamente a nuestro Señor, diciendo:2Christopher SikkemaLa Iglesia Episcopal3

Primer Domingo de AdvientoCOLECTADios todopoderoso, danos gracia para despojarnos de las obras de lastinieblas y revestirnos con las armas de la luz, ahora en esta vida mortal, en lacual Jesucristo tu Hijo, con gran humildad, vino a visitarnos; a fin de que en eldía postrero, cuando vuelva con majestad gloriosa a juzgar a vivos y muertos,resucitemos a la vida inmortal; mediante él, quien vive y reina contigo y elEspíritu Santo, un solo Dios, ahora y por siempre. Amén.JERMÍAS 33:14-16; SALMO 25:1-9; 1 TESALONICENSES 3:9-13;SAN LUCAS 21:25-36PRIMER DOMINGO DE ADVIENTOEscrito por el Rvdo. Israel Alexánder Portilla GómezHoy, con el primer domingo de adviento, damos inicio a un nuevo añolitúrgico en nuestra Iglesia y en casi todas nuestras hermanas iglesiashistóricas. ¿Qué significado tiene este tiempo que antecede a la Na-vidad?La palabra adviento proviene del latín y significa “Venida del Redentor”. Estácomprendido por cuatro domingos, cuyas lecturas nos van a preparar, enactitud espera, arrepentimiento, perdón y oración, para el nacimiento deNuestro Salvador y Señor Jesús. Si ponemos especial atención, nos vamos adar cuenta del gran simbolismo con el que inicia, empezando por el cambio decolor de los ornamentos litúrgicos, de los cuales en tres domingos dominaráel color morado y, en el otro, el rosado; notaremos los mismos colores en lascuatro velas de la corona de adviento -en ocasiones se agrega una blanca en elcentro para el día de Navidad-. A lo anterior, se unen las luces que ya adornantoda la Iglesia.Ahora bien, veamos cómo nos preparamos en este tiempo, de casi un mes,para la “Venida del Reden-tor”. La guía la encontramos en las lecturas de hoy.En el Salmo 25, versículo 4, vemos la petición del salmista a Dios en actitudde oración: “Encamíname en tu verdad, y enséñame; porque tú eres elDios de mi salvación; en ti he esperado todo el día”. Podrían surgir algunas4preguntas en nuestro interior, por ejemplo: ¿Cómo es posible seguir el caminoy ser ins-truido en la verdad del Señor? ¿Cómo encontrar las respuestas quehemos esperado todo el día o toda la vida? Y tal vez no sólo eso, sino ¿Cómopodríamos vivir en la verdad de Dios y sentir la salvación? Sin duda alguna, conJesús encontramos respuestas a nuestras preguntas más inquietantes, a éstasy muchí-simas otras; preguntas sobre las cuáles podemos pasar toda nuestravida respondiendo y viviendo la ex-periencia de la respuesta. Las preguntas ylas respuestas no están acabadas y limitadas; cada día podría-mos volver sobreellas, por años y generaciones.Tras esta reflexión, dirijamos ahora nuestra atención en lo que Jesús nosdice en dos pasajes específicos del Evangelio de Lucas que escuchamos eneste día. El primero señala: “Tengan cuidado y no dejen que sus corazonesse hagan insensibles por los vicios, las borracheras y las preocupacionesde esta vida”. Y es que cuando el corazón se vuelve insensible, es como siperdiéramos la capacidad de sentir la presencia de Dios a través de las diversasmanifestaciones que Él hace a todo momento y en cada detalle, comen-zandopor el mayor milagro que experimentamos: la vida. Hemos escuchado decirque “cada día es un día menos de vida y un día más cerca de la muerte”; ¿quédecir de esto? Si perdemos la sensibilidad no podremos descubrir la presenciade Dios en los pequeños detalles cotidianos: una suave brisa, el movi-mientode las nubes, las sonrisas diarias y tantos acontecimientos con los que nosencontramos a diario. Ser sensible es tener nuestro corazón y mente enactitud atenta y agradecida ante las innumerables mani-festaciones simples yaparentemente imperceptibles.En el segundo pasaje Jesús nos dice: “Estén ustedes preparados, orando entodo tiempo”. Ésta es la respuesta central en nuestra vida, como cristianos,para siempre tener el corazón sensible a la voz de Dios. Parece una soluciónsencilla. Sin embargo, también nos pueden asaltar dudas acerca de lo que realmente es orar. Podemos resumir la oración como una conversación con Dios,específicamente con la Persona de Jesús. Como toda conversación, hay algunoselementos clave a tener en cuenta.En primer lugar, necesitamos tiempo para hablar. En ocasiones, podemossentirnos abrumados u ocu-pados, y nos decirnos a nosotros mismos: “notengo tiempo”. En realidad ¿no lo hay? Cuando esta-mos cansados es necesariopausar, cuando estamos preocupados es necesario pausar, cuando estamosmolestos, agobiados, tristes, en cada momento que pareciera que el estrés nosquita la paz, es necesario pausar. Pues, cuando hagamos esas pausas, oremos,hablemos con Jesús. Notaremos inmediatamente que sí tenemos tiempo; másde lo que podríamos imaginar. Nos dice el Evangelio: “orando todo el tiempo”.5

Una historia, con respecto a Martín Lutero, dice que una vez le preguntaronsobre qué haría el día siguiente, a lo que contestó: “Trabajo, trabajo de sol a sol.En verdad tengo tanto que hacer, que pa-saré las primeras tres horas en oración”.En segundo lugar, para conversar, debemos tener una actitud de escuchay, para ello, el silencio interior y exterior es necesario para una genuinaconversación. No olvidemos que Dios nos habla a través de su Palabra, en lavivencia comunitaria de la fe con nuestras hermanas y hermanos, participandocomo bauti-zados en la máxima expresión de oración: la Santa Eucaristía, laacción de gracias.En tercer lugar, es necesario abrir nuestro corazón. Tal y como somospodemos pedir, agradecer, quejar-nos, llorar; probablemente, en algunosmomentos no tendremos las palabras, pero no debemos preo-cuparnospor ello, nuestro ser también habla a través de nuestros sentimientos yemociones, y Dios los entiende, los siente incluso más allá de nuestraslimitadas perspectivas. Él nos creó y conoce nuestras entrañas.Por último, es menester continuar alimentando y profundizando nuestrarelación con el Señor, incluso, en nuestros peores momentos; en ellostambién podemos ver sus bendiciones y su presencia amorosa que nunca sealeja, porque, en definitiva, se trata de una relación de amor.Finalmente, si es posible, cada uno de nosotros podría disponer de unacorona de adviento en casa. De esta manera ayudaríamos a generar unambiente propicio para prepararnos espiritualmente en este tiempo deespera, arrepentimiento, perdón y oración, con los signos que nos proponela Iglesia, y crearemos un espacio de recogimiento para disfrutar, en soledado en familia, al ir encendiendo las velas, viendo cómo se disipan, poco a poco,cada semana, las tinieblas, y contemplar la luz que Jesús encarnado trae con sunacimiento para iluminarlo todo.El Rvdo. Israel Alexánder Portilla Gómez es sacerdote en la MisiónSan Juan Evangelista, Diócesis de Colombia, donde ha ejercido el ministeriodesde diciembre de 2016.67

Segundo Domingo de AdvientoCOLECTADios de misericordia, que enviaste a tus mensajeros, los profetas, apredicar el arrepentimiento y preparar el camino de nuestra salvación:Danos gracia para atender sus advertencias y abandonar nuestrospecados, a fin de que recibamos gozosamente la venida de Jesucristonuestro Redentor; que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un soloDios, ahora y por siempre. Amén.BARUC 5:1-9 OR MALAQUÍAS 3:1-4; CÁNTICO 9;FILIPENSES 1:3-11; SAN LUCAS 3:1-6SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTOEscrito por la Rvda. Loida Sardiñas IglesiasEstamos en el segundo domingo de Adviento, un tiempo de preparación yespera de la venida de Cristo. Así como una familia se prepara con ansias yhace todos los arreglos necesarios para esperar la llegada de un bebé quepronto nacerá, el Evangelio nos prepara para anhelar al Redentor del mundo.Y, como en toda preparación festiva, hay alegría, cánticos, bendiciones,acciones de gracias, memoria de las promesas de Dios en la historia de lasalvación y, sobre todo, esperanza en las obras que Dios realizará a travésde su amado Hijo. Con el profeta Baruc, se nos invita a ponernos de pie ymarchar con seguridad, despojarnos del luto y la tristeza, vestirnos con lasropas festivas de la gloria de Dios y envolvernos en el manto de su justicia,“porque él guiará a Israel con alegría, a la luz de su gloria, y le mostrará suamor y su justicia”.Por su parte, la familia judía de María y José de Nazareth, comparten la ilusióndel hijo por llegar con su prima Elizabet y su esposo, el sacerdote Zacarías.Éstos vivían en una ciudad cercana a Jerusalén y, siendo ya de edad avanzada,no habían logrado tener descendencia a causa de su esterilidad. Pero también-nos narra el evangelista Lucas- ellos tienen una gran noticia que comunicar:esperan el nacimiento de un hijo, tal como les había anunciado el ángelGabriel. Su hijo, que nacerá con unos seis meses de diferencia de Jesús, serállamado Juan, hijo de Zacarías, y reconocido en su adultez como “Juan el8Bautista”. Por ello es grande la alegría de Zacarías, quien se une al ambientefestivo del evangelio lucano con un cántico de bendición: Dios es benditoporque visita y redime a su pueblo; porque ha levantado a un Salvador, el cualnos liberará de los enemigos; este Salvador va a encarnar la misericordia deDios y a realizar sus promesas; él traerá luz a los que viven en la más profundaoscuridad y guiará nuestros pasos por caminos de paz.Pero no sólo hay alegría y expectación: también hay mucho por hacer. Todallegada de un nuevo bebé a nuestras familias exige cambios y sacrificios. Serequiere arreglar la casa, desempolvar y limpiar, quizá renovar la habitacióndonde el pequeño será acogido, como exigencias mínimas de la espera.Asimismo, la venida de Cristo nos exige un permanente cambio y conversiónde vida para poder acoger al Señor que viene a habitar en nuestros corazones.Son tareas de preparación y transformación para “enderezar lo torcido” y“alisar el camino”. Muchas veces los profetas de Israel asumieron esa vozde incómodo llamado a la transformación y conversión y, por eso, fueronrechazados y repudiados más de una vez. ¡No nos gusta que nos recuerden loque tenemos que hacer, mucho menos si nos hacen caer en cuenta nuestroserrores, falencias y pecados! Y ese papel lo asumió Juan, el protagonistade este segundo domingo de Adviento, llamado también el precursor queprepara el camino para el ministerio público de Jesús. ¿Qué sabemos de Juan?El evangelista inicia este tercer capítulo dándonos una clase de historia en laque pone de trasfondo el reinado del emperador Tiberio, de los gobernadoresy sumos sacerdotes, lo que nos ayuda a ubicar los acontecimientos alrededordel año 29 d.C. Nos preguntamos, ¿qué pretende Lucas con esto? Elevangelista quiere afirmar que toda la actuación de Dios ocurre dentro de lahistoria humana; que lo que sucede en el mundo y en las sociedades - ¡aúnlo relativo a los gobernantes! - no escapa al conocimiento de Dios; que lahistoria humana es “historia de la salvación”. Por otra parte, implica que elacontecimiento Jesús no es un mito, ni una narrativa de personas crédulas,sino que verdaderamente tuvo lugar en un tiempo y lugar determinado de lahistoria. Flavio Josefo también apuntala esta mirada histórica al escribir lo quesucedería en la vida de Juan. Escribe este historiador judeo-romano: “Algunosjudíos pensaron ( ) que el rey Herodes había sido justamente castigado porla ejecución de Juan, llamado ‘el Bautista’ ( ) hombre bueno que exhortabaa los judíos a llevar una vida honrada, tratándose con justicia unos a otros,sometiéndose religiosamente a Dios y participando en un bautismo.”(Antigüedades judías, XVIII, 5.2). Como narra Lucas: “Juan pasó por todos loslugares junto al río Jordán, diciendo a la gente que ellos debían volverse a Diosy ser bautizados, para que Dios les perdonara sus pecados”.9

El Evangelio también nos dice que este profeta y “hombre bueno” fuereceptáculo de la revelación de Dios, pues “vino palabra de Dios a Juan”, ocomo traducen otras versiones, “Dios habló a Juan”. Esa palabra dada porDios indica que la predicación de Juan el Bautista inaugura un nuevo acontecerde Dios en la historia, en Cristo, pero no de manera aislada: Juan es el puenteque une el Primer Testamento con el Evangelio, o “Buena noticia”, predicadapor Jesús.La Rev. Ph.D. Loida Sardiñas Iglesias es Presbítera de la IglesiaEpiscopal Anglicana, Diócesis de Colombia, donde ejerce su ministerio en laMisión San Juan Evangelista. Es profesora de la Pontificia Universidad Javerianaen Colombia. Sus áreas de interés son Teología Sistemática, Ecumenismo y Ética.Juan escuchó la voz de Dios, en otras palabras, fue sensible a lo que pasaba ensu tiempo. Tuvo la sabiduría de identificar la perversión de los sacerdotes deltemplo plegados al poder imperial, el rigorismo insensible de los maestros dela ley, la exclusión de los pobres, la injusticia, el olvido de Dios y del hermanoy hermana. Por eso, llama a volverse a la fe primigenia y más básica, y predicala conversión, el cambio de prioridades, la novedad de vida en Dios.Nuestro tiempo repite las oscuridades, la frivolidad y el sinsentido de laépoca de Juan el Bautista. El profeta nos invita a discernir hacia donde apuntael plan de Dios para esta humanidad y a buscar su justicia para un nuevoKairós, un nuevo tiempo del advenimiento de Dios. Haciendo eco del granprofeta Isaías, Juan es esa “voz que clama en el desierto”, que nos anuncia lafiesta de la salvación en Jesucristo, pero no sin antes pasar por un bautismo dearrepentimiento, no de palabras de cumplimiento formal de preceptos, sinode hechos concretos; nos llama a rectificar el camino de la injusticia cometida, aenderezar las sendas en las que nos hemos deshumanizado y olvidado del desvalido.Hagamos en este domingo una renovación de nuestros votos bautismales ennuestros corazones, para prepararnos para la fiesta de la venida de Dios, conel compromiso de mejorar nuestras relaciones familiares, vecinales, laborales;de hacer el bien al necesitado, al pobre y al habitante de la calle; y dereconciliarnos con la creación a la que hemos lastimado. Reafirmemos nuestrarenuncia al mal y renovemos nuestra entrega a Jesucristo, suplicándole:¡Ven Señor Jesús!, sácanos de la oscuridad de la indiferencia;¡Ven Señor Jesús!, muévenos a hacer tu justicia;¡Ven Señor Jesús!, haz que nuestros corazones, mentes y actos,se conviertan a ti. Amén1011

Tercer Domingo de AdvientoCOLECTASuscita tu poder, oh Señor, y con gran potencia ven a nosotros; ya queestamos impedidos penosamente por nuestros pecados, haz que tuabundante gracia y misericordia nos ayuden y libren prontamente; porJesucristo nuestro Señor, a quien contigo y el Espíritu Santo, sea elhonor y la gloria, ahora y por siempre. Amén.SOFONÍAS 3:14-20; CÁNTICO 2; FLIPENSES 4:4-7;SAN LUCAS 3:7-18TERCER DOMINGO DE ADVIENTOEscrito por el Rvdo. Dr. John J. LynchEl Tercer Domingo de Adviento se distingue por sus tonoscontrastantes; en medio de la época de penitencia y preparación, seproclaman los anuncios de gozo y alegría. Incluso, en muchos lugares,este día se abandonan los colores lúgubres -azul y morado oscuros- yse visten los templos y los ministros de adornos rosados. En medio dela penitencia brota la alegría, como una flor en medio del desierto, parausar una imagen bíblica. Esta tensión o contraste, entre el gozo y lapenitencia, también se vive a través de las lecturas bíblicas asignadas enel leccionario para el día de hoy.En la primera lectura escuchamos al profeta Sofonías quien, sin duda,imparte un mensaje gozoso. El texto es un oráculo inspirado delSeñor y posee una forma poética en dos partes. La primera parte esel anuncio del profeta que proclama una celebración alegre: “¡Canta,cuidad de Sion! ¡Da voces de alegría, oh pueblo de Israel! ¡Alégrate,Jerusalén, alégrate de todo corazón!” ¿Por qué Sofonías incita sus oyentesa alegrarse tanto? Es porque “el Señor ha retirado la sentencia contra ti” yporque, como el profeta insiste dos veces, “El Señor, el Rey de Israel, estáen medio de ti”. Puesto en otras palabras, los que confían en Dios debenalegrarse porque Dios les ha perdonado sus pecados y ahora habita en12medio de ellos y estará contento con ellos. La fiesta de Sofonías tieneel motivo de la renovación de la vida del pueblo de Israel.La segunda parte del oráculo es un mensaje atribuido directamente alSeñor: “Yo te libraré entonces del mal que te amenace, de la vergüenza quepese sobre ti”. Dios promete liberar y ayudar a su pueblo, cuidándolo ydefendiéndolo. Promete cambiar la suerte de Sion y convertir sus penasen alegrías. El mensaje del Señor a Sofonías es la gozosa proclamaciónde nueva vida para un pueblo desconsolado por el pecado y por laopresión de sus enemigos.El Primer Cántico de Isaías revela un mensaje muy similar al deSofonías. Se trata de un mensaje que celebra la salvación que el Señorrealizará del pueblo que confía en él y que alaba al Dios que habita enJerusalén: “Sacarán ustedes aguas con júbilo de las fuentes de salvación.Vitoreen, habitantes de Sion, con gritos júbilo, porque grande es medio de tiel Santo de Israel”. La alegría del profeta desborda en alabaza porque elSeñor está presente para rescatar y consolar a Israel. Se trata de unmensaje apropiado para la época de Adviento, cuando nuestra alegríase aumenta en la medida en que se acerca la Navidad, la celebración delnacimiento del Verbo encarnado, del Dios que vive en medio de sus fieles.Nuestra epístola, una selección del cuarto capítulo de la cartaa los Filipenses, es el texto bíblico históricamente más ligado alTercer Domingo de Adviento: “¡Alégrense siempre en el Señor! Repito:¡Alégrense!” De hecho, el nombre Gaudete que se usa para identificareste domingo en el calendario litúrgico, viene de la primera palabrade la traducción al latín de esta lectura. ¿Con qué motivo el ApóstolPablo nos exhorta a la alegría? Su respuesta es clara y contundente:“¡El Señor está cerca!”. El Señor está cerca, y eso nos debería alegrary calmar nuestros miedos y preocupaciones. ¿Existen razones porquépreocuparse? Sí, pero el amor y la paz de Dios las superan a todas.“Así Dios les dará su paz, que es más grande de lo que el hombre puedeentender”. Los fieles podemos -debemos- alegrarnos porque Dios, enCristo, nos ofrece la paz y el perdón.13

Hasta este punto, todas las lecturas bíblicas del día parecen cantar dela misma partitura, la del gozo por las promesas el Señor, por la paz,la confianza y el perdón. Sin embargo, el texto del Evangelio segúnSan Lucas presenta un contraste marcado de ese tono tan gozoso.En efecto, Lucas describe el ministerio y la proclamación de San JuanBautista, cuya tarjeta de presentación es nada menos que la invectiva:“¡Raza de víboras! ¿Quién les ha dicho a ustedes que van a librarse delterrible castigo que se acerca?”. Juan anuncia el juicio de Dios y el castigocorrespondiente a los pecadores. Insiste en que hay que cambiarmuchas actitudes y arrancar otras de raíz.A primera vista da la impresión de ser el mensaje contrario a laslecturas anteriores: proclama el arrepentimiento y la conversión enlugar de los cantos de alegría, y los miembros del pueblo de Israelparecen estar bajo el mismo juicio que los impíos y los opresores queel Señor promete castigar en la profecía de Sofonías: “No vayan decirentre ustedes: “¡Nosotros somos descendiente de Abraham!”; porque lesaseguro que incluso a estas piedras Dios puede convertirlas en descendientesde Abraham. Además, el hacha ya está lista para cortar los árboles de raíz.Todo árbol que no da buen fruto, se corta y se echa al fuego.”. Según Juan elBautista, pertenecer al pueblo santo y ser descendiente de Abraham,no son asuntos hereditarios o nacionalistas; y el juico de Dios seráparejo y será para todos.cuidadosamente para las celebraciones navideñas y esperar con gozola venida de Nuestro Señor Jesucristo y la salvación de nuestras almas;o, en las palabras de la colecta del día: “Suscita tu poder, oh Señor, ycon gran potencia ven a nosotros [y] haz que tu abundante gracias ymisericordia nos ayuden y libren prontamente”. Amén.El Rvdo. Dr. John J. Lynch es un sacerdote, autor y educador, queha servido en las diócesis episcopales de Honduras, el Sur de Virginiay Rhode Island. Actualmente sirve como director en el InstitutoEcuménico del Ministerio Hispano y el Cura párroco de la IglesiaEpiscopal San Jorge en la ciudad de Central Falls, Rhode Island.El vínculo entre el mensaje de Juan y las otras lecturas, entre elanuncio del castigo y los cantos de júbilo, se encuentra en la inesperadareacción de la gente que escuchaba la prédica del Bautista: “La genteestaba en gran expectativa, y se preguntaba si tal vez Juan sería el Mesías”;la gente se emocionó con las denuncias de Juan y comenzó a esperar lavenida del que les bautizaría con el Espíritu Santo y con fuego, pues “Deeste modo, y con otros muchos consejos, Juan anunciaba la buena noticia a lagente”. Así que, al final de lectura, descubrimos que la proclamación delcastigo y del juicio se ha convertido en las buenas nuevas del prometidoMesías.Nosotros, al llegar casi al final del Adviento, también debemos estarcon mucha expectativa. La proclamación del reino de Dios y ladenuncia del pecado y la opresión, deberán inspirarnos a prepararnos1415

Cuarto Domingo de AdvientoCOLECTADios todopoderoso, te suplicamos que purifiques nuestra concienciacon tu visitación diaria, para que, cuando venga tu Hijo Jesucristo,encuentre en nosotros la mansión que le ha sido preparada; quien vivey reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, un solo Dios, ahora ypor siempre. Amén.MIQUEAS 5:2-5A; CÁNTICO 8 O SALMO 80:1-7;HEBREOS 10:5-10; SAN LUCAS 1:39-45, (46-55)CUARTO DOMINGO DE ADVIENTOEscrito por el Rvdo. Ricardo Antonio Betancur Ortiz“Él traerá la Paz”Iniciamos este domingo la recta final del tiempo de Adviento, quellegará a su final el 24 de diciembre, con la celebración de la tradicionalNoche Buena, en las vísperas de la Solemnidad de la Natividad deNuestro Señor Jesucristo. Es el momento de recoger los frutos deesta importante Estación Litúrgica, centrando nuestra atención en elmensaje que nos ha venido llevando a la reflexión durante las últimastres semanas. El Adviento, aunque cargado de esperanza gozosaque nos conduce a la celebración de la Navidad, tiene un profundosignificado escatológico que nos invita a pensar en la misión a la quehemos sido llamados y para la cual hemos sido escogidos por Diosdesde la eternidad.Cada vez que celebramos la Santa Eucaristía y proclamamos convoz fuerte, después de las palabras de Consagración de la PlegariaEucarística A: “Cristo ha muerto, Cristo ha resucitado, Cristo volverá”-o con palabras similares al emplear alguna de las otras fórmulaslitúrgicas-, esa proclamación tan especial-mente apropiada para elAdviento, se nos invita a una profunda comprensión sobre esosacontecimien-tos tan gozosos, pero a la vez tan comprometedores paranuestra fe y nuestra manera de vivir.16En efecto, Jesús prometió estar siempre con nosotros a través delEspíritu Santo, de ahí que, en la Ora-ción Colecta de este día, pedimosa Dios que “purifique nuestra conciencia con su visitación diaria”. ElSeñor prometió regresar glorioso y vestido de fuerza y de majestad;ya no en la fragilidad de un niño, sino en la majestad de un Rey quepastorea a su pueblo, lo defiende y al que trae la Paz definitiva. El señor vendrá con poder, nos lo manifiesta el Salmo 80 que leemos hoyen la liturgia; nuestras penas, triste-zas y angustias desaparecerán parasiempre porque habrá un cielo nuevo y una tierra nueva; ésta es lapromesa de Jesús y sabemos que Él no miente.Lamentablemente estas esperanzas sobrenaturales, trascendentes,que desbordan nuestra pobre realidad humana, son cada vez menosconsideradas por los eruditos de nuestro tiempo; existe una tendenciaa pensar que ese Rey de gloria, no es más que una figura literaria oun personaje de fantasía que brota de la religiosidad popular; incluso,se acusa a los creyentes de profesar una fe infantil por esperar larealización de las promesas salvíficas.La pregunta, para quienes consideran una fantasía el regreso gloriosodel Señor, sería entonces: ¿cómo dar razón de la esperanza, si ésta estápuesta únicamente en las escasas fuerzas humanas para vencer? Só-loDios puede salvarnos del mal que existe en el mundo, únicamente bajola inspiración de su Santo Es-píritu y guiados por el mensaje salvadordel Evangelio, podemos encontrar las respuestas necesarias paratodas las situaciones difíciles e inexplicables por las que el mundo haatravesado y sigue atravesando.La restauración de la Creación entera sólo es posible bajo el reinadoabsoluto de Dios y es nuestro deber, como cristianos, buscar la justiciasocial y la felicidad de todo ser humano; sin embargo, queda la preguntade si es posible encontrar la plenitud del Reino de Dios en estaexistencia terrenal.En el Evangelio de este domingo, María es ejemplo de diligencia yservicio: “va a prisa”, las necesidades no dan espera, la distancia no17

es una excusa, las limitaciones humanas –está en cinta de seis meses–no la detienen; se requiere un gran esfuerzo, pero es más grande eldeseo de servir, y en ese Espíritu de disposición y apertura, el cielo yla tierra se encuentran, no sólo en María, sino también entre Cristoaún no nacido y en Juan el Bautista, su precursor, también por nacer.La gloria de Dios se manifiesta en este encuentro que exalta el poderdel Altísimo en lo humano, pero también en lo Divino; en lo inmediato,pero también en lo futuro; en la ayuda material, pero también en laespiritual; en lo práctico, pero también en lo místico.La fe involucra todas las esferas y dimensiones de nuestra humanidad;creemos en el poder de un Dios que nos acompaña en nuestro diariovivir, que nos inspira y cuida, que nos anima a través de los triunfosy nos corrige para nuestro bien cuando las cosas no salen como loesperábamos; un Dios que camina con nosotros y que actúa en nuestrofavor en todo momento y en todas las circunstancias. Es por eso por loque nuestro reto es descubrir su plan salvífico en todas las situacionesde nuestra historia. En Lucas leímos que el Señor derriba del tronoa los poderosos y enaltece a los humildes; en efecto, deseamosardientemente que el pobre, enfermo, oprimido y perseguido, obtengabienestar, paz, salud, libertad, igualdad, entre otras bendiciones. Comobautizados, estamos llamados a sembrar semillas de justicia socialpara todos; sin embargo, la fe también tiene un profundo significadoespiritual y un invaluable contenido trascendente que escapa a laslimitaciones de nuestro entendimiento; es por eso que debemosaprender cada día a bajar la cabeza en oración cuando las realidadestemporales de nuestro mundo nos sobrepasan y abruman, y aprender acolocarnos de rodillas ante el misterio de Dios-con-Nosotros.Pretender encontrar la felicidad en medio de esta creación atravesadapor el pecado, es mucho más utópico que esperar en las promesas deun mundo futuro más allá de nuestro tiempo y espacio; necesitamosconfiar en que esta creación, ya redimida, será totalmente restaurada yglorificada en Cristo, cuando Él regrese; por eso, mientras esperamos,trabajamos incansablemente por hacer realidad ese Reino que, comoJesús nos enseñó, ya está en medio de nosotros, pero que muchasveces no manifestamos y no vemos aunque se nos revele en los18milagros de la vida diaria. Vivir cristianamente es un reto permanenteen un mundo en el que los seres humanos centramos nuestra atenciónen nosotros mismos, en nuestros intereses particulares y en el deseode éxito, reconocimiento, fama y poder.La carta a los Hebreos, en la segunda lectura, nos muestra un Jesús quepone su vida en manos del Padre y al servicio de la humanidad para laconstrucción de una nueva creación; en Él se establece un nuevo pacto,sellado de manera imborrable con la entrega de su propia vida, no sóloen el pesebre de Belén o en el madero de la Cruz

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