ALEJANDRO JODOROWSKY PSICOMAGIA

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ALEJANDRO JODOROWSKYPSICOMAGIA

2PrólogoHabiendo vivido muchos años en la capital de México tuve oportunidad deestudiar los métodos de aquellos a los que se les llama «brujos» o«curanderos». Son legiones. Cada barrio tiene el suyo. En pleno corazón de laciudad se alza el gran mercado de Sonora, donde se venden exclusivamenteproductos mágicos: velas de colores, peces disecados en forma de diablo,imágenes de santos, plantas medicinales, jabones benditos, tarots, amuletos,esculturas en yeso de la Virgen de Guadalupe convertida en esqueleto, etc. Enalgunas trastiendas sumidas en la penumbra, mujeres con un triángulo pintadoen la frente frotan con manojos de hierbas y agua bendita a quienes van aconsultarles, y les practican «limpias» del cuerpo y del aura. Los médicosprofesionales, hijos fieles de la Universidad, desprecian estas prácticas. Segúnellos la medicina es una ciencia. Quisieran llegar a encontrar el remedio ideal,preciso, para cada enfermedad, tratando de no diferenciarse los unos de losotros. Desean que la medicina sea una, oficial, sin improvisaciones y aplicada apacientes a los que se les trata sólo como cuerpos. Ninguno se propone curarel alma. Por el contrario, para los curanderos la medicina es un arte.Le es más fácil al inconsciente comprender el lenguaje onírico que ellenguaje racional. Desde cierto punto de vista, las enfermedades son sueños,mensajes que revelan problemas no resueltos. Los curanderos, con una grancreatividad, desarrollan técnicas personales, ceremonias, hechizos, extrañasmedicinas tales como lavativas de café con leche, infusiones de tornillosoxidados, compresas de puré de papas, píldoras de excremento animal ohuevos de polilla. Algunos tienen más imaginación o talento que otros, perotodos, si se les consulta con fe, son útiles. Hablan al ser primitivo,supersticioso, que cada ciudadano lleva dentro.Viendo operar a estos terapeutas populares, que a menudo hacen pasar pormilagros trucos dignos de un gran prestidigitador, concebí la noción de «trampasagrada». Para que lo extraordinario ocurra es necesario que el enfermo,admitiendo la existencia del milagro, crea firmemente que se puede curar. Paratener éxito, el brujo, en los primeros encuentros, se ve obligado a empleartrucos que convencen a aquél de que la realidad material obedece al espíritu.Una vez que la trampa sagrada embauca al consultante, éste experimenta unatransformación interior que le permite captar el mundo desde la intuición másque desde la razón. Sólo entonces el verdadero milagro puede acontecer.Pero, me pregunté en aquella época, si se elimina la trampa sagrada, ¿sepuede con esta terapia artística sanar a personas sin fe? Por otra parte,aunque la mente racional guíe al individuo, ¿podemos decir que alguien carecede fe? En todo momento el inconsciente sobrepasa los límites de nuestra razón,ya sea por medio de sueños o de actos fallidos. Si es así, ¿no hay unamanera de hacer actuar al inconsciente, como un aliado, de forma voluntaria?Cierto incidente que ocurrió en uno de mis cursos de psicogenealogía meindicó el camino: en el momento en que yo describía las causas de la neurosisde fracaso, un alumno, médico cirujano, cayó al suelo retorciéndose conespasmos de dolor. Parecía un ataque de epilepsia. En medio del pánicogeneral, sin que nadie supiese cómo ayudarlo, me acerqué al afectado y sinsaber por qué le quité, con bastante trabajo, del dedo anular de su manoizquierda el anillo de casado. Inmediatamente se calmó. Me di cuenta de quepara el inconsciente los objetos que nos acompañan y rodean forman parte de

3su lenguaje. Así como poniéndole un anillo a una persona se la podíaencadenar, quitándole ese anillo se la podía aliviar. Otra experiencia meresultó muy reveladora: mi hijo Adán, con seis meses de edad, padecía unafuerte bronquitis. Un médico amigo, fitoterapeuta, le había recetado unas gotasde aceite esencial de plantas. Mi ex mujer Valeria, madre de Adán, debíaverterle en la boca treinta gotas tres veces al día. Pronto se quejó de que elniño no mejoraba. Le dije: «Lo que pasa es que tú no crees en el remedio. ¿Enqué religión fuiste educada?». «¡Como toda mexicana, en la católica!» «Entoncesvamos a agregar fe a esas gotas. Cada vez que se las des, reza unpadrenuestro.» Valeria así lo hizo. Adán mejoró rápidamente.Comencé entonces, con gran prudencia en mis lecturas de Tarot, cuando elconsultante se preguntaba cómo solucionar un problema, a recetar actos de loque llamé «psicomagia». ¿Por qué no «magia»?Para que su primitiva terapia funcione, el curandero, apoyándose en elespíritu supersticioso del paciente, debe mantener un misterio, presentarsecomo propietario de poderes extrahumanos, obtenidos por una secretainiciación, contando para curar con aliados divinos e infernales. Los remediosque da deben ingerirse sin conocer su composición y los actos recomendadosdeben realizarse sin tratar de saber el porqué. En la Psicomagia, en lugar deuna creencia supersticiosa se necesita la comprensión del consultante. Él debesaber el porqué de cada una de sus acciones. El psicomago, de curanderopasa a ser consejero: gracias a sus recetas el paciente se convierte en supropio sanador.Esta terapia no me llegó como una iluminación súbita sino que seperfeccionó, paso a paso, en el transcurso de muchos años. Al comienzoparecía tan extravagante, tan poco «científica», que sólo pude experimentarlacon amigos y familiares. De vez en cuando, en mis conferencias en París,hacía referencia a ella. Cierta vez fui invitado al centro de estudios fundadopor el maestro espiritual Arnaud Desjardins. Este, que se había enterado demis búsquedas, me preguntó si podía solucionar un mal que padecía susuegra, un eczema en la palma de las manos. Pensé que la señora, almostrar sus manos afectadas, hacía un gesto de petición, pues se sentía excluidade la pareja que formaba su hija. Le pedí al Maestro que él y su esposa,delante de la enferma, escupieran abundantemente sobre un montoncillo dearcilla verde para esparcir luego la pasta resultante sobre el eczema. El maldesapareció rápidamente.Gilles Farcet, un joven discípulo de Desjardins, aconsejado por su guía vinoa verme, con el pretexto de una entrevista, para conocer mis extrañas teorías.De nuestro encuentro resultó un pequeño libro en forma de biografía, tituladoLa trampa sagrada, que conquistó a un buen número de lectores. Gilles, entonces,me propuso desarrollar más extensamente mis ideas al mismo tiempoque, queriendo comprobar sus efectos, me solicitó un consejo de psicomagiapara llegar a ser «un escritor profundamente espiritual». Le propuse queescribiera un libro de entrevistas conmigo que se llamaría Psicomagia, y que sesubtituló Esbozos de una terapia pánica. Mi joven amigo dudó: no conociendopara nada el tema, se sentía incapaz de plantearme preguntas interesantes.«Precisamente por eso te receto este acto. El ave del espíritu debe liberarse dela jaula racional. Para ello romperemos el orden lógico. En lugar de que tú mepreguntes y yo te responda, primero yo te responderé y luego tú mepreguntarás. Es decir, el efecto vendrá antes que la causa.» Así lo hicimos:

4Farcet se sentó frente a mí con una grabadora y yo fui dando respuestas apreguntas inexistentes durante diez horas seguidas. Por momentos, mi jovenentrevistador se dormía aferrado a su máquina. Gilles dividió luego ese materialen fragmentos ordenados y los encabezó con preguntas. Como se internaba enterrenos desconocidos (me había dicho: «No sé si se pueden conciliarbúsqueda artística y búsqueda terapéutica»), las escribió en un tono objetivodeclarando: «No soy uno de sus fieles. No he escrito este libro como aprendizsino como amigo. De ahí la sana perplejidad que a veces opongo a suspalabras, la que por feliz efecto lo obliga a precisar su pensamiento».Cuando Marc de Smedt, el director de la colección «Espaces libres» en AlbinMichel, Francia, aceptó publicar el libro lo hizo con la condición de cambiarle eltítulo. «Nadie conoce la palabra psicomagia. Mejor llamarlo: Le théâtre de laguérison, une thérapie panique».El teatro de la sanación apareció en 1995. Provocó un gran interés. Recibíuna nutrida correspondencia pidiéndome actos psicomágicos. Para desarrollaresta técnica, hasta ahora practicada en forma exclusivamente intuitiva, decidíaceptar dos consultantes diarios, de lunes a viernes, en sesiones de una hora ymedia. Después de establecer sus árboles genealógicos -hermanos, padres,tíos, abuelos y bisabuelos-, les aconsejé actos psicomágicos que produjeronresultados notables. Pude así descubrir cierto número de leyes que mepermitieron enseñar este arte a gran cantidad de alumnos, muchos de ellos yaterapeutas establecidos. Concedí sesiones privadas durante dos años, al cabode los cuales comencé a escribir mi Danza de la realidad. Gilles Farcet realizósu carrera de escritor espiritual y hoy en día, un noble padre de familia,conduce al redil a muchos espíritus descarriados colaborando con ArnaudDesjardins en tan ardua tarea.Después de la publicación en España por Siruela de La danza de la realidad(2001), amén de generosas entrevistas que Fernando Sánchez Dragó me hizoen la televisión, la Psicomagia fue conocida por el gran público. No faltaronentusiastas que temerariamente, sin haber tenido nunca una honesta actividadartística ni terapéutica, quisieron practicarla dando, por incapacidad creativa,consejos que eran ingenuas imitaciones de los míos.En el año 2002 di en Madrid una conferencia para un público de unasseiscientas personas en un aula universitaria. Hábilmente conducidos por mipresentador, el joven profesor Javier Esteban, los alumnos me plantearon susproblemas solicitando consejos de psicomagia para resolverlos. Al final del acto,Javier me obsequió con un ejemplar de su libro Duermevela, en el quedescribe sus sueños. («Voy a una tienda donde venden miles de aparejos depesca gigantescos. El anzuelo me llega por la rodilla. El hombre que meacompaña me enseña a pescar pero me dice que no hace falta caña ni aparejoalguno. Los tiro y atravesamos un bosque hasta llegar a un río. Los pecessaltan a nuestras manos.») Considero que sus escritos tienen un sentidosanador. Javier, a su vez, expresa su adhesión a mis ideas y me pide una citacon el objeto de hacerme las preguntas que se plantea la juventud, preguntas alas que no responde el actual sistema educativo. «Los alumnos han mutado,desgraciadamente los profesores siguen manteniendo su arcaica manera depensar», me dice. Viaja a París y me interroga durante algunos días. «Piensesin límites, hable para los jóvenes mutantes.» Así nacieron la segunda y latercera parte de este libro.En apéndice, el testimonio de Martín Bakero, poeta y doctor en

5psicopatología, que asistió a un taller mío dado en Santiago de Chile y despuésviajó a París para perfeccionar su comprensión de mi trabajo. Tiene el méritode haber aplicado la psicomagia a la curación de enfermos mentales. Gracias aél puedo concebir la esperanza de que este arte de curar sea empleado un díacomo complemento de la medicina oficial.

6Alejandro JodorowskyPSICOMAGIANota preliminar«No soy un borracho, pero tampoco soy un santo. Un hechicero no deberíaser un "santo". Debería poder descender tan bajo como un piojo y elevarsetan alto como un águila. Debes ser dios y diablo a la vez. Ser un buenhechicero significa estar en medio de la tormenta y no guarecerse. Quiere decirexperimentar la vida en todas sus fases. Quiere decir hacer el loco de vez encuando. Eso también es sagrado.»Corzo Cojo(brujo siux de la tribu Lakota)Un día, tras muchas veladas en su biblioteca intentando desvelar el sentidoprofundo de la psicomagia, pregunté a Alejandro Jodorowsky si pensabaprescribirme un acto. Él me respondió que el mero hecho de confeccionar estelibro en su compañía constituiría un acto suficientemente poderoso. ¿Porquéno?En realidad, Jodorowsky es en sí un acto psicomágico ambulante, unpersonaje alta y definitivamente «pánico», cuyo trato introduce algunas fisurasen el orden de nuestro universo, tan previsible en apariencia.Dramaturgo que, con sus cómplices Arrabal y Topor, ha marcado la historiadel teatro con su tan bien denominado movimiento «pánico»; realizador depelículas de culto, como El Topo o La montaña sagrada, a las cuales losnorteamericanos -impagables- dedican tesis y sabios estudios; escritor, autorde historietas para cómic que se permite el lujo de trabajar con nuestrosmejores dibujantes; padre atento de cinco niños con los cuales mantieneactualmente una relación tornasolada, Jodorowsky es hoy el tarólogo sinnormas cuyas intuiciones han dejado a más de uno boquiabierto; es, además,el payaso convulsivo del Cabaret Místico1 que, en un momento en el que elpúblico parisino da la espalda a las conferencias, consigue abarrotar susauditorios con el mejor poder publicitario del boca a boca; mago internacional interestelar, podríamos decir, bajo la influencia de Moebius- al que hanconsultado estrellas de rock y artistas del mundo entero.1 Desdehace muchos años, y sin ninguna publicidad, Jodorowsky anima cada miércoles enParís una conferencia-happening donde aborda temas terapéuticos. La entrada es libre,quinientos espectadores asisten cada semana. Al final de la sesión del Cabaret Místico, unosvoluntarios hacen una colecta, lo que permite pagar el alquiler de la sala. Tres días antes delcomienzo de la conferencia, y siempre gratuitamente, Jodorowsky lee el tarot a unas treintapersonas. Estas, una vez concluida la lectura, y a modo de pago, deben trazar con su índice lapalabra «gracias» sobre las manos de Alejandro.Este chileno de origen ruso, radicado durante muchos años en México yahora enraizado en Francia, es un personaje que los novelistas de hoy,demasiado gélidos, no podrían crear, un ser que ha llevado la imaginación alpoder en todos los recovecos de su existencia multidimensional.

7Su casa, sabia alianza de orden y desorden, de organización y caos, es unfiel espejo de su huésped o, simplemente, de la vida. Cons

Mi ex mujer Valeria, madre de Adán, debía verterle en la boca treinta gotas tres veces al día. Pronto se quejó de que el niño no mejoraba. Le dije: «Lo que pasa es que tú no crees en el remedio. ¿En qué religión fuiste educada?». «¡Como toda mexicana, en la católica!» «Entonces vamos a agregar fe a esas gotas. Cada vez que se las des, reza un padrenuestro.» Valeria así lo .